No sé qué tiene el fotomatón que engancha.
Es inevitable hacerse más de una foto. Quizá hay una cara o una mueca que todavía no has hecho. Y quieres hacerla. Y no es lo mismo hacerse la foto con tus padres, tus abuelos o tus amigos. Por eso el fotomatón es tan adictivo.
Tal vez sea el querer dejar un recuerdo divertido, o no sólo eso, dejar un instante (multiplicado por los cuatro flashes) para recordar la boda con una sonrisa.
Y lo divertido es que no hay límite para que aparezca una persona o quince. Ni hay límite de edad ni hay que poner cara de ‘selfie’. Lo que está asegurado es hacer un poco el payaso con todo el atrezzo que suele ir acompañado en los photocall. Disfraces, bigotes, gafas, pelucas y todo lo que nos permite convertirnos en alguien diferente, pero que nos muestra más cómo somos.
Es un recuerdo personalizado y que casi forma parte del después de las bodas. Casi diría que una boda sin fotomatón ya no es lo mismo. Es un instante que va incluido o paralelo a la barra libre, no sé por qué…
Con el servicio ‘I love Photocall‘ para bodas se consigue una sonrisa extra para uno de los días más felices de nuestras vidas.